Hoy celebramos una de aquellas efemérides que deberían servir para reflexionar y demandar que no se repitan actos tan monstruosos como los provocados durante el Holocausto.
Hace 70 años se liberaron a los últimos prisioneros de Auschwitz, Polonia, uno de los campos de concentración utilizado por los nazis durante la II Guerra Mundial para aprisionar, maltratar y aniquilar a todas aquellas personas que consideraban inferiores por raza, religión o manera de pensar.
Tuve ocasión de visitar Auschwitz en la semana santa de 2010 y es un lugar que, aun vacío, pone los pelos de punta por lo que representó y representa.
Desgraciadamente, Auschwitz no es, ni será, el último campo de concentración que tengamos que lamentar. Podrá mutar de forma o lugar, pero el desprecio, abuso y falta de humanidad hacia nuestros iguales siguen presentes en muchas partes del mundo. Y tal vez lo peor de todo es que dirigentes que hoy condenan los abusos cometidos por los nazis están llevando a cabo prácticas similares a través de actos más sibilinos. Espeluznante.